El olfato es parte de los cinco sentidos ‘externos’ que tenemos los humanos y, como tal, uno de los primeros que nos vienen a la cabeza a la hora de enumerarlos. De hecho, lo tenemos tan presente que cuidamos mucho nuestro propio olor y no salimos de casa sin perfumarnos.

De hecho, el sentido del olfato cumple una importante función evolutiva, quizás más aparente en otras especies de animales: nos permite evaluar la calidad y el estado de los alimentos, identificar amenazas (como sustancias dañinas en el ambiente, humedad excesiva o la cercanía de fuego) e incluso juega un papel en ciertas formas de comunicación entre individuos, al poder detectar ciertas hormonas emitidas por otros que nos informan sobre diversos aspectos como su estado físico.

No obstante y a pesar de ello, quizás es uno de los más desconocidos para la ciencia, hasta el punto en el que a día de hoy aún no está claro cuantos olores diferentes puede distinguir el ser humano.

El olfato es uno de los dos sentidos químicos que poseen los humanos, junto al gusto, Es decir, a diferencia del tacto o el oído, que perciben estímulos mecánicos, o la vista, que percibe un estímulo electromagnético, el sentido del olfato permite a nuestro cuerpo identificar diferentes moléculas de sustancias volátiles.

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