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- El Hospital General de Villalba tiene un programa pionero en Madrid que ‘telecontrola’ a seis pacientes de entre uno y ocho años para mejorar su calidad de vida y la de sus familias.
Cada vez hay más tratamientos que no solo se suministran a los adultos, sino también a los niños. Éste es el caso de los anticoagulantes orales, unos fármacos que evitan la formación de coágulos o impiden su crecimiento, además de favorecer su disolución en el caso de que se hayan formado.
Así lo explica la Fundación Española del Corazón (FEC), que recuerda que la formación de coágulos es un mecanismo complejo que tiene como finalidad prevenir el sangrado tras sufrir un daño, aunque en ocasiones su formación puede derivar, por ejemplo, en un infarto de miocardio o en un infarto cerebral.
Por ello, mantener el control y un tratamiento en estos casos es fundamental. Así, desde hace año y medio, el Hospital General de Villalba, perteneciente a la red sanitaria pública de la Comunidad de Madrid, incluyó en su Programa de seguimiento de la anticoagulación oral mediante Telecontrol, al primer paciente pediátrico, aunque actualmente ya cuenta con seis pacientes de entre uno y ocho años en esta iniciativa con un balance altamente satisfactorio.
En concreto, este programa optimiza el control de la anticoagulación, mejora la calidad de vida del niño y de sus familiares, hace partícipe y responsabiliza al menor del tratamiento que tiene que seguir, le proporciona un ambiente óptimo y de confianza y favorece un seguimiento más estrecho y cercano con su médico y su enfermera.
Principales problemas
El doctor Rafael Martos, jefe del Servicio de Hematología y coordinador de la consulta de Hematología Pediátrica del citado hospital, lamenta que el alto riesgo de complicaciones hemorrágicas o trombóticas secundarias, vinculado al tratamiento crónico con antagonistas de la vitamina K (‘sintrom’, un fármaco anticoagulante) requiere de múltiples controles de coagulación para monitorizar su efecto. A su juicio, esto ocasiona un importante deterioro de la calidad de vida, no sólo del menor, sino también de sus familias.
Los principales problemas a los que se enfrentan estos pacientes son: visitas repetidas y esperas en el hospital o centro de salud (en el mejor de los casos, una vez al mes); a las que se añade el coste humano,