Tener un hijo deseado y esperado puede ser una experiencia muy emocionante para unos padres primerizos, pero también muy dura. El pequeño necesitará cuidados constantes durante los primeros años de su vida, con el sacrificio que ello conlleva.
Debemos tener en cuenta que, inicialmente, la única manera que tiene el niño de comunicar sus necesidades es a través del llanto. Por ello, en sus primeros años de vida, los bebés lloran. Mucho.
El modelo de Brazelton
Por más que los progenitores indudablemente quieran a su retoño, no es de extrañar que esperen con ganas el día en el que deje de llorar tan frecuentemente y en su lugar tenga otras herramientas para comunicarse. Las esperanzas, entonces, se ponen a menudo en un gráfico llamado ‘curva del llanto’, y elaborando en base a un estudio científico llevado a cabo en 1962 por el pediatra estadounidense T. Berry Brazelton.
Según las investigaciones de Brazelton, el momento de mayor frecuencia de llanto se encontraría alrededor de las 6 semanas de vida del niño, y por el contrario hasta las 12 semanas se iría produciendo un descenso paulatino y una estabilización en una frecuencia relativamente baja.
Sin embargo, tal vez la cuestión sea más compleja. Así lo expone un trabajo publicado en la revista especializada Child Development,