Si Internet ya estaba cambiando el mundo, ha tenido que ser una pandemia la que nos ha puesto definitivamente frente al espejo, con nuestras virtudes y miserias. Todos somos corresponsables de la imagen que está proyectando ese espejo. El mundo no volverá a ser el mismo por las siguientes razones:

El colegio y las universidades no son solo un edificio

Estos días quedarán marcados en la memoria de los más pequeños. Son esponjas que absorben todo: nuestros miedos, actitudes, solidaridad y nuestra capacidad de reinventarnos. Para los niños en particular, todo debería de ser positivo, el cambio es parte de su proceso de aprendizaje. La tecnología democratiza el acceso a la educación, es posible seguir formando a distancia y la universidad se transforma así en un puerto seguro al que volver en diferentes etapas de nuestra vida, especialmente si hay tormenta.

Desigualdad social

Vencido el virus, este es el siguiente enemigo al que hay que combatir. Es un enemigo que tiene muchas caras. No todos los niños durante el confinamiento han tenido acceso a Internet para continuar su formación. No todos los adultos están en la misma situación. Al analfabetismo clásico hay que añadir el digital, que en combinación con la apatía pueden llegar a radicalizar la desigualdad social. La brecha digital es también generacional y afecta a nuestros mayores.

Una economía más humana

Educación, investigación y sanidad dejarán de ser consideradas gasto público, son inversión. Las fronteras entre público y privado se difuminarán, sobreviviendo aquellas unidades capaces de dar mejor servicio con menos recursos. El trabajo se flexibilizará, impulsado por la tecnología. Aumentará la dispersión geográfica de la población, junto con las economías de proximidad, en detrimento de las economías de escala. El sector del ocio pasará a ser el principal motor de la globalización, dejando atrás a la industria y al consumo sin límite.

Nuevo liderazgo global

China ha ganado la batalla a la pandemia,

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