Lo que nos jugamos en las próximas elecciones es mucho. Se dice siempre de todos los procesos electorales pero, a mi juicio, esta vez es verdad con más razón. No estamos hoy en “la lucha por el reconocimiento” de Hegel ni siquiera en la consecuente “lucha por el derecho” de Ihering. Tenemos por delante una necesaria actualización de los derechos, sí, en un proceso de especificación que debe hacerlos compatibles con el progreso sostenible, con las nuevas realidades y demandas del siglo XXI y con la universalidad de su espíritu como derechos naturales de todas las personas a partir de la igualdad y dignidad humana, de la prioritas dignitatis de los humanistas.

Pero, en lo fundamental, los derechos están reconocidos, constitucionalizados y formalmente garantizados; en España desde 1978. El desafío en nuestros días es otro y es más serio. Es global, europeo y, desde hace unos cuantos años, también español. Es más serio porque corremos el riesgo, por primera vez, de volver a empezar, de desandar lo andado, de olvidar décadas de paz, prosperidad y libertad. Y las amenazas son dos, la regresión y el desencanto, la reacción y el escepticismo, a las que habría que añadir una tercera “muy española”: el delirio independentista.

Empecemos por la primera. Comencemos recordando que la derecha española nunca ha estado en la vanguardia de los derechos. Su entusiasmo, cuando se trata de reconocer nuevos derechos o de extenderlos a la mayoría, ha sido siempre limitado. En estos 40 años de democracia llegaban tarde, protestaban, votaban en contra, pero finalmente los asumían, domados quizá por la fuerza demoscópica y el avance social y cultural. En el siglo XIX incluso se sumaron tarde al concepto de soberanía nacional instalados en una comprensión de la legitimidad que derivaba del trono y del altar. Las embajadas eran “Embajadas de España” cuando gobernaban los progresistas y “Embajadas del rey católico” cuando gobernaban los conservadores y reaccionarios. Por eso, para ellos, España como nación empieza en 1492 y no en 1812.

Hoy, ya sin complejos, amenazan seriamente con regresar al pasado,

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