Perder peso es uno de los propósitos de cada inicio de año para mucha gente. Si este es su caso, es posible que le esté costando más de lo que pensaba.

Someterse a una dieta en la que se tienen que mirar con lupa las calorías ingeridas no es fácil en estos tiempos, en los que los alimentos de alto valor energético son atractivos (en gran parte, por su intenso sabor) y fáciles de encontrar.

Otro de los motivos por los que hacer dieta no es tarea sencilla se debe a la rápida respuesta natural de nuestro cuerpo cuando disminuimos las cantidades ingeridas, la cual provoca una sensación que les resultará familiar a aquellos que hayan experimentado un apetito voraz al hacer dieta. Por el contrario, nuestro organismo no emite ninguna respuesta cuando comemos más de lo que deberíamos.

Si se para a pensarlo, es frecuente comer más durante las vacaciones o los fines de semana, amén de otras ocasiones especiales. Por ejemplo, si usted sale a comer a un buen restaurante de un país como Reino Unido, es mejor que sepa que el plato principal de un menú normalmente contiene más de la mitad de las calorías necesarias para todo el día.

¿Sobrealimentación? ¿Dónde?

El reciente estudio que hemos llevado a cabo mis colegas y yo muestra que nuestro organismo apenas detecta la sobrealimentación, ignorándola incluso en casos en los que se ingieren alimentos que generan un exceso de más de 1.000 calorías al día.

Los resultados de la investigación revelaron que consumir el 150% de las calorías diarias necesarias no supuso una variación en las ganas de comer de los participantes. Observamos sus niveles de apetito, así como los niveles de las hormonas que se encargan específicamente de regular el hambre. Para completar el estudio, comprobamos las cantidades de comida ingeridas a lo largo del día siguiente.

Lo que hallamos fue la incapacidad del organismo para tener en cuenta las calorías adicionales.

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