El funcionamiento del cerebro sigue siendo, a día de hoy, un gran enigma para la ciencia, especialmente en lo que se refiere a la memoria. En el campo del deterioro de las facultades mentales, las demencias, que en España afectan a unas 800.000 personas según cálculos de la Sociedad Española de Neurología, sí se han hecho avances destacables, pero el mecanismo de almacenamiento de recuerdos se resiste a ser desvelado. Un reciente estudio da nuevas pistas: el sueño tiene un rol importante.
El cerebro registra millones de vivencias a lo largo de la vida, pero no todas las personas ni las experiencias permanecen. A todas luces es inviable una capacidad de almacenamiento semejante y además, en la práctica, sucede al contrario: el grueso de lo vivido, desaparece. Un equipo científico de la Universidad de Nueva York ha descubierto qué influye fundamentalmente en este necesario reseteo diario.
¿Qué mecanismo se activa para que un recuerdo se convierta en duradero? Esta es, en términos coloquiales, la premisa científica que busca entender, por ejemplo, por qué nos olvidamos de lo que comimos ayer pero sin embargo recordamos con una exactitud pasmosa un momento vivido en nuestra infancia, incluso acompañado de sabores y/o olores. Entendiendo que el cerebro etiqueta cada experiencia,