Donde crecí, en el pueblo de Kura, en el estado de Kano (Nigeria), mi abuelo perdía más de la mitad de sus tomates en cada cosecha. No era un mal agricultor, pero el estado de los caminos le dificultaba hacerlos llegar a los mercados y no había aprendido métodos modernos para conservarlos. A menudo, los secaba en la arena como forma de salvar una parte.

Esto es así para cerca de 80 millones de agricultores rurales en Nigeria. En África subsahariana, un 50% de las frutas y verduras, un 40% de las raíces y tubérculos, y un 20% de los cereales, legumbres y leguminosas que se cosechan se pierden antes de llegar al mercado. A menos de media milla de una importante fábrica de salsa de tomates en la localidad nigeriana de Kadawa, cada semana cerca de 200 agricultores rurales secan en la arena más de 40 cargas de camión de tomates frescos.

Esta falta de conocimientos y recursos contribuye de manera sustancial a la inseguridad alimentaria. Después de todo, en el mundo en desarrollo la mayoría de los cultivadores son pequeños propietarios, es decir, aquellos definidos como poseedores de menos de cuatro hectáreas de tierras agrícolas. De hecho, los campesinos producen tres cuartos de los alimentos del mundo, y al mismo tiempo constituyen un 80% de los pobres del mundo.

Para alimentar a la población mundial es necesario que los campesinos superen una serie de retos a menudo predecibles, relacionados con factores tales como el cambio climático, la escasez de agua, la falta de acceso a los servicios de extensión (aprendizaje, investigación, salud, negocios…) y los conflictos armados en las áreas agrícolas. Como resultado, millones de personas han debido abandonar sus hogares, no han podido trabajar sus campos, se han visto imposibilitadas de llevar sus productos a los mercados o han quedado sin acceso a mejores semillas, fertilizantes y servicios financieros.

Y los desafíos siguen aumentando en escala. La cantidad de emergencias alimentarias —cuando desastres como las sequías, las inundaciones o las guerras producen episodios de escasez de alimentos que hacen necesaria la ayuda externa— se ha elevado de una media de 15 al año en la década de 1980 a más de 30 al año desde el 2000.

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