EUROPA PRESS

  • Lo sugiere un gran estudio a largo plazo pubicado en ‘International Journal of Cancer’.
  • Quienes consumen hongos una o dos veces por semana tienen un riesgo 8% menor de desarrollarlo.

Alubias verdinas con setas

Los resultados del primer estudio de cohorte a largo plazo sobre más de 36.000 hombres durante décadas sugieren una asociación entre comer champiñones, setas y otros hongos y un menor riesgo de cáncer de próstata, según publican sus autores en la revista International Journal of Cancer.

El cáncer de próstata comienza cuando las células de la glándula prostática, una pequeña glándula con forma de nuez que produce el líquido seminal, comienzan a crecer. Es una de las formas más comunes de cáncer que afecta a los hombres, con más de 1,2 millones de casos nuevos diagnosticados en todo el mundo en 2018, y el riesgo aumenta con la edad.

Los hongos se usan ampliamente en Asia tanto por su valor nutricional como por sus propiedades medicinales.»Los estudios de laboratorio en probetas y organismos vivos han demostrado que los hongos tienen el potencial de prevenir el cáncer de próstata -señala Shu Zhang, profesor asistente de Epidemiología en el Departamento de Informática y Salud Pública de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Tohoku, en Japón-. Sin embargo, la relación entre el consumo de hongos y el cáncer de próstata en humanos nunca se ha investigado antes».

«Hasta donde sabemos, este es el primer estudio de cohorte que indica el potencial preventivo del cáncer de próstata de los hongos a nivel de población -destaca Zhang-. Aunque nuestro estudio sugiere que el consumo regular de hongos puede reducir el riesgo de cáncer de próstata, también queremos enfatizar que comer una dieta saludable y equilibrada es mucho más importante que llenar su cesta de la compra con hongos».

Un riesgo 8% menor de desarrollar cáncer de próstata

Para este estudio, los investigadores analizaron dos cohortes con un total de 36.499 hombres entre las edades de 40 y 79 años en Miyagi y Ohsaki (Japón), desde 1990 y 1994, respectivamente, con una duración del seguimiento para la cohorte Miyagi de 24,5 años), y de 13,25 años en el caso de la cohorte Ohsaki. Se les pidió a los hombres que completaran un cuestionario relacionado con sus elecciones de estilo de vida,

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