Nunca se habían registrado tantos nuevos fallecidos por culpa del coronavirus de Wuhan como ayer. En 24 horas se sumaron 46 víctimas mortales, de las cuales 45 se registraron en la provincia de Hubei, epicentro de una epidemia que tiene al mundo en vilo y que suma ya 259 muertes. El número de infectados también se ha disparado hasta los 1.347 y está provisionalmente en 11.821. Casi 18.000 personas se encuentran en observación a la espera de confirmar si están infectados o no. Y son pocos, porque, según Neil Ferguson, especialista en Salud Pública del Imperial College de Londres, «una estimación conservadora» lleva a pensar que ese número se incrementará hasta los 100.000. Científicos de Hong Kong reducen esa cifra hasta los 75.000, pero son todavía siete veces más que las actuales.

A pesar de la grave situación, Pekín ha tomado una decisión opuesta a la de los gobiernos que están repatriando a sus compatriotas atrapados en Hubei. China ha comenzado a fletar aviones para que los residentes de esa provincia en el extranjero puedan regresar a la zona en la que se registran más contagios. Los dos primeros vuelos partieron el viernes desde Bangkok, la capital de Tailandia, y desde la ciudad malasia de Kota Kinabalu y aterrizaron en Wuhan de noche con 199 ciudadanos chinos a bordo. «Estoy agradecido a mi país por no dejar a nadie atrás», comentó uno de los pasajeros, Gao Huilin, que se había quedado atrapado en Malasia debido a las cancelaciones decretadas por las aerolíneas.

Mientras tanto, cada vez más países cierran sus puertas a los ciudadanos chinos. Corea del Norte fue la primera en clausurar su frontera y ayer se sumó su archienemiga Estados Unidos, que prohibirá la entrada de cualquier extranjero que haya visitado China en los últimos 14 días. El mismo camino ha seguido Australia -que ayer emitió una recomendación de no visitar el gigante asiático-,

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