El grupo no pasa desapercibido. Son más de 20 y todos superan los 50 años. El sol del altiplano les cae en vertical, pero ellos bailan sin descanso frente a la iglesia de Calacalí, en Ecuador. Es lo que tiene estar a mediodía en la mitad del mundo, que no existe sombra alguna que les dé amparo; y es lo que tiene pertenecer al Club de Diabetes de dicha localidad, que les anima a realizar actividades físicas, como bailar, con el fin mejorar su condición física y crear lazos entre pacientes. “A mí ya no me cae la depresión”, asegura Manuela Cueva. “Con mis compañeras del club andamos riéndonos, bailando, disfrutando. Ahora me siento bien”.

Manuela tampoco pierde ya una cita médica, ni deja de hacerse un análisis de sangre porque tenga que ir a otro pueblo a que le tomen las muestras. Desde que su centro de salud participó en un proyecto de mejora continua las cosas han cambiado. “El club de diabéticos permite una amistad entre todos los pacientes y compartir cómo están, pero el proyecto nos ha permitido muchas más cosas”, afirma el doctor Jofre Prado, del centro de salud Calacalí. “Antes teníamos 43 pacientes registrados, de los cuales solo 20 acudían a las citas médicas y únicamente el 33% tenía un control clínico. Ahora tenemos 84, todos recibiendo atención médica, y el 65% gozan del seguimiento adecuado”.

El cambio ha venido de la mano de un proyecto liderado por el Banco Interamericano de Desarrollo en el que participaron profesionales del sector de la salud ecuatoriano, incluyendo a médicos de atención primaria, y que ha beneficiado a los pacientes de diabetes mellitus tipo 2 de cinco centros de salud de las localidades de Calacalí, Ascázubi, Archidona, Salcedo y Puerto de Chanduy. La diabetes es una enfermedad que ha aumentado de manera alarmante en América Latina y el Caribe y que, en Ecuador, afecta al 10% de los mayores de 50 años, apareciendo como la principal causa de muerte entre las mujeres y la tercera entre los hombres.

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