Lo leía sin cesar en decenas de medios de comunicación, lo veía en cuentas de Instagram de influencers, me lo confirmaban algunas amigas e incluso me lo avisaba una y otra vez (con gran acierto, como acostumbra) mi madre: «La copa menstrual es el presente y el futuro, es mejor para tu salud y para el medioambiente, es sumamente económica y tienes que empezar a usarla ya».
Así, como una orden, resonaba en mi cabeza cada vez que comenzaba un ciclo. Lo hizo durante meses, sobre todo porque había llegado el año decisivo -a 2019 lo recordaremos por el grito millennial hacia un modo de vida más ecológico y sostenible-, así que me decidí y compré la mía. Y ahora no voy a describir cómo es ni a enumerar todos los beneficios de usarla -que eso ya nos lo sabemos todas-, sino que voy a contar por qué elegí la Lily Cup One de Intimina y cómo fue (al detalle) mi primera vez.
Mi elección
Una de las principales razones de mi reticencia hasta entonces era el tamaño de las copas que había visto: eran demasiado grandes y veía muy difícil poder colocarlas con facilidad y, sobre todo, con comodidad y sin dolor.
Por eso, cuando me puse a buscar y descubrí esta versión de tamaño reducido y creada especialmente para principiantes, me lancé. Tenía todo lo que buscaba: estaba fabricada al 100% con silicona de grado médico, era pequeña y compacta pero resistente, y se plegaba hasta introducirse en un estuche del tamaño del de un bálsamo de labios.
Mi otro miedo era el momento de retirarla. Sobre todo porque no sabía si podría tirar bien de los pequeños ‘rabitos’ que llevaban las que había visto: pero la Lily Cup One cuenta con un aro perfecto para tirar cómodamente (otro punto a favor). También porque la creencia general entre las mujeres que no la han probado es que vas a poner todo perdido al hacerlo…