El sistema inmune es uno de los más complejos y de los menos comprendidos del cuerpo humano. Cumple una función fundamental, como custodio de nuestra salud frente a enemigos externos e internos; al mismo tiempo, cuando este pequeño ‘ejército’ defensivo se vuelve contra el cuerpo que lo aloja (en las enfermedades autoinmunes) o actúa desproporcionadamente (en las alergias), las consecuencias pueden ser muy negativas.

Este último caso resulta interesante. En las alergias, el sistema inmune identifica como amenaza algo que en principio no debería serlo y desata toda su furia contra este elemento, que llamamos alérgeno. Puede suceder en cualquier momento y contra cualquier cosa: el polvo del que vivimos rodeados, un alimento saludable, el polen de una planta, que flota en el aire que respiramos… o incluso contra los cambios de temperatura.

«Empezó en verano, cuando me metía en la piscina»

Esta es la situación de María, una auxiliar de enfermería de 27 años de Madrid. Esta joven padece urticaria por frío o a frigore, una condición que consiste a grosso modo en la aparición de reacciones cutáneas y picor después de la exposición al frío. En los casos más extremos, cosas como sumergirse en agua fría pueden llegar a provocar estado de shock y ser letales.

De manera casi paradójica,

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