Durante muchos años, se ha pensado que el código genético constituye el principio y el fin de la herencia genética, y que definía casi con absoluta exactitud las características de cada persona.

A día de hoy, se considera que esta concepción está obsoleta. Sabemos que existen una serie de marcas químicas que, unidas a secciones clave de la secuencia genética, no sólo afectan a la manera en la que los genes se leen sino que pueden cambiar en función de factores ambientales. Y no sólo eso, sino que podrían transmitirse de una generación a la siguiente.

Bautizado como herencia epigenética transgeneracional, esta podría ser una ruta por la que la salud, el estilo de vida o incluso el ambiente en el que se criaron dos personas condicionan el desarrollo y la salud de sus descendientes a través de las generaciones.

Experimentos en gusanos

En la actualidad, entendemos bien los cambios epigenéticos. Son los mecanismos que están detrás los que aún no han sido revelados.

Con el fin de arrojar luz sobre ellos, un equipo de investigadores decidió analizar en nematodos (gusanos) si las modificaciones realizadas artificialmente en estas marcas epigenéticas se transmitían a la descendencia a través de los gametos (células sexuales).

Así, tal y como detallan en un artículo publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS),

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