Javier, un profesor de secundaria con 25 años de experiencia, observa pensativo su aula. Recuerda su infancia con sus hermanas y primos, cuando las familias con dos hijos o más eran la norma. Ahora, mirando a sus alumnos, descubre un cambio radical: diecisiete de sus treinta estudiantes son hijos únicos.
Algunos por decisión consciente de los padres, otros por razones económicas, personales o profesionales. “Ya no es como antes”, reflexiona, “los niños de hoy tienen más atención individual, más recursos, pero quizás menos práctica en la negociación y el compartir”.
En las últimas décadas, las sociedades occidentales, incluida España (con una de las tasas de fertilidad más bajas de Europa), han experimentado un proceso de individualización que ha impactado en diversas dimensiones, incluidas las estructuras familiares.
Este fenómeno se refleja en una disminución del tamaño de los hogares y el aumento de familias con hijos únicos. Este cambio en la estructura familiar plantea nuevas dinámicas sociales, educativas y económicas.
¿Por qué hay más hijos únicos?
Uno de los principales factores detrás del aumento de hijos únicos es la baja tasa de natalidad, especialmente en España, donde la media de hijos por mujer es de 1,16. Este descenso está motivado por una combinación de razones económicas,