La primavera es época de alteraciones emocionales y físicas. Andan los ánimos revueltos, campan a sus anchas las alergias y, a veces, nos puede un cansancio demasiado perseverante. También la piel refleja estos desajustes. Aparece inflamada y mortecina y pierde ese maravilloso tono luminoso que la caracteriza. Aunque, afortunadamente, podemos recuperarlo. Entran en acción los bloosters, en castellano, los potenciadores de toda la vida. Y nos la ponen en orden.

Los humanos somos seres cambiantes a los que nos influyen todo tipo de emociones, sustancias químicas y reveses meteorológicos. Podría decirse que somos unos animalitos muy sensibles sin temor a entrar en terrenos escurridizos.

Un buen día nos encontramos con que lo que durante mucho parecía funcionar bien, de pronto, se reajusta. Y lo que se mostraba como una salud perfecta, se ve llena de goteras y complicaciones. Precisamente, la piel es uno de los órganos que más fácilmente se desajusta y donde, además, se ponen más de manifiesto las alteraciones.

Aunque no me gusta utilizar términos anglosajones -porque nuestra lengua es riquísima- últimamente se usa en cosmética la palabra blooster, que viene a ser como un potenciador o incrementador. Hablamos de un elemento que se aplica tanto para la sustancia que potencia el efecto de otra,

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