La alergia al polen es un fenómeno que va en aumento desde hace años. Existen factores que empeoran el problema, como el cambio climático (que en ciertos casos aumenta su concentración en el aire) o la contaminación atmosférica (que hace que las partículas sean más agresivas para nuestro organismo).

Los síntomas clásicos son de sobra conocidos: estornudos, congestión, picor en los ojos y la nariz… Un cuadro que, aunque puede ser considerablemente dañino a largo plazo, no es grave en el corto. Sin embargo, lo que muchas personas desconocen es que quienes padecen este tipo de alergia tienen mayores posibilidades de sufrir otro tipo de reacción, una que puede incluso llegar a poner en riesgo la vida.

Un ejemplo de reactividad cruzada

El síndrome de alergia al polen alimentario es, tal y como explica la prestigiosa Clínica Mayo, una reacción alérgica que se produce en personas con rinitis alérgica al ingerir determinados alimentos. Se trata, por tanto, de un caso de reactividad cruzada, en la que un anticuerpo (una molécula inmune) generado por el cuerpo contra un antígeno (una molécula exógena) específico reacciona contra un antígeno diferente pero similar.

Así, la alergia al polen alimentario suele aparecer frente a alimentos de origen vegetal (frutas y verduras frescas, frutos secos, especias…), que pueden contener determinadas proteínas parecidas a las presentes en el polen.

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