Escribió Hemingway sobre una mujer: “Conoció la angustia y el dolor, pero nunca estuvo triste una mañana”.
Teresa sufre fibromialgia. 43 años; desde hace 12 padece dolores terribles. “Yo no puedo ser siempre esa que dice Hemingway”.
Nieves Barragán, médica en el centro de asistencia primaria Vallcarca, Barcelona, tiene esta historia. “Laura (nombre falso), joven a la que atendí, tuvo la casa adaptada para acogerla. ‘Cuando vienes me siento mejor’, me decía. Recuerdo su mano fría, apretando la mía, en señal de gratitud”. Nieves es partidaria de escuchar. “El enfermo habla”.
El dolor está en la espina dorsal del mundo. Alfonso Vidal, director de la Unidad del Dolor del Hospital Sur de Madrid: “El médico ha de decir al paciente: te entiendo. Sufro como tú. Soy paciente como ellos”. Héctor González de la Cruz, internista, cree, como Nieves, “en la escucha”. “Aquello de Hemingway es literatura, pero en ocasiones es la vida misma”.
“Cuando estás acompañado duele menos”, dice Esther Limón, colega de Nieves en Mataró. “Duele igual que en la Edad Media”, dice, “pero el entorno es líquido, deshumanizado. ¡Hay campañas para humanizarnos, habrase visto!”.
Ella, como sus colegas, cura escuchando. “Oyendo viene a veces la revelación verdadera del origen del dolor”. Una paciente suya, sometida a todas las pastillas, halló el origen de su mal rebuscando en la infancia. “Y ahora sigue bailando”.
Teresa trabaja. “Y a veces salgo riendo en las fotos. Se extrañan quienes me ven pintada. ¡Alguna vez hay alguna luz!”. 12 pastillas diarias. “Duro decirlo: te acostumbras”. La compañía tranquiliza. “Y te hace salir de la esquinita del salón. Por los hijos me levanto”. Le alivia leer, “me despeja. Pero eso de Hemingway… Muchas mañanas no iría a ningún sitio”. Pero están los hijos, el marido, la vida.
Alejandro Tejedor está en el Hospital de las Ciudades, de Getafe. También es médico de familia, la primera piedra contra el dolor que nace. “Hay muchos fármacos, pero la sociedad no ha entendido, y tampoco el Estado,