En su libro Green Nature/Human Nature, el horticultor norteamericano C.A. Lewis definía el jardín como “un lugar seguro, un ambiente benevolente donde todos son bienvenidos. Las plantas no tienen prejuicios, no amenazan, y no discriminan. Responden a la atención, no a las fortalezas o debilidades de la persona que la haya facilitado. No importa si uno es negro o blanco, ha ido a la guardería o a la universidad, es pobre o rico, sano o enfermo: las plantas prosperan cuando se da atención con cuidado. Así, en un jardín, se puede dar el primer paso hacia la confianza en sí mismo”.
Todavía bastante desconocida en nuestro país, la Terapia Hortícola es una disciplina que ha demostrado una enorme eficacia en programas de terapia y rehabilitación convirtiéndose en un vehículo excelente para desarrollar o recuperar la autonomía personal. Sus beneficios son innumerables: integra el aprendizaje de habilidades básicas (alfabetización, aritmética…), mejora el funcionamiento físico y cognitivo, aborda habilidades sociales, incorpora hábitos de vida saludables y, todo ello, en un entorno al aire libre.
Muy utilizada y reconocida desde hace mas de medio siglo en países como Reino Unido, Irlanda, Alemania, Canadá o Estados Unidos, el término ‘terapia hortícola’ fue acuñado por primera vez en 1936 por la Asociación de Terapeutas Ocupacionales, que reconoció formalmente el uso de la horticultura como tratamiento específico para desórdenes físicos y psíquicos. Su origen, sin embargo, es anterior y existen varios ejemplos de su práctica en distintos centros de salud mental y psiquiátricos desde finales del siglo XVIII.