A vista de microscopio, la bacteria Treponema pallidum es como una especie de espagueti. En el argot científico, se conocen como espiroquetas. «Se mueven rotando sobre su propio eje, como un sacacorchos. Por eso nadan tan rápido por los tejidos», explica el investigador Oriol Mitjà. El médico, especialista en enfermedades infecciosas, conoce bien a estos espaguetis. Mitjà lleva una década estudiando la Treponema pallidum pertenue, causante del pian, una dolencia tropical que genera malformaciones óseas y úlceras cutáneas que desfiguran el rostro. Desde una pequeña isla de Papúa Nueva Guinea, el investigador encontró en la azitromicina, un viejo conocido de las farmacias, una cura para esta enfermedad, que aspira a ser erradicada en los próximos años. Pero el clan de las Treponema pallidum va más allá del pian y Mitjà ya se ha marcado un nuevo objetivo: la Treponema pallidum pallidum, una prima hermana de la pertenue y la bacteria que causa la sífilis. El médico ha empezado un estudio para buscar, entre los antibióticos conocidos, nuevos fármacos contra esta infección de transmisión sexual (ITS).
El plan de Mitjà va en la línea de lo que ya hizo con el pian: reciclar medicamentos existentes para probar si funcionan en esta patología. De la mano del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona y la Fundación Lucha contra el Sida, una entidad impulsada por La Caixa, Mitjà ha conseguido una ayuda de 1,5 millones de euros en una prestigiosa convocatoria del Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés) para poner en marcha su plan: probar la eficacia de otras moléculas de antibióticos ya existentes para combatir la enfermedad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se producen unos 6,3 millones de nuevas infecciones por sífilis. La enfermedad se inicia con una pequeña úlcera indolora en los genitales, continúa con erupciones cutáneas en otras partes del cuerpo y malestar general y alcanza, en los casos más graves,