Unos 25 ratones procedentes de Nueva York aterrizaron en el aeropuerto de Madrid un día de junio de 2015, tras un vuelo de siete horas. La neurocientífica Marta Cortés recuerda la excitación de aquella espera. Los 25 animales viajeros procedían de la Universidad Rockefeller, donde ella misma había experimentado con ellos un tratamiento experimental contra el alzhéimer. Y aparentemente funcionaba.
La mitad de los roedores eran transgénicos, con dos mutaciones humanas introducidas en sus genes: la denominada Sueca, identificada en 1992 en dos familias de Suecia con pérdidas de memoria; y la llamada Indiana, detectada en 1991 por investigadores de la Universidad de Indiana (EE UU) en una familia de origen rumano con los síntomas típicos del alzhéimer. El equipo de Cortés alimentó durante un año a la mitad de estos ratones con pienso con un anticoagulante y puso a prueba su memoria con un ingenioso experimento: un tablero circular con 20 agujeros equidistantes, 19 de ellos cerrados y otro conectado con una cajita oscura.
Durante una semana, los ratones aprendieron a utilizar el orificio de la cajita como un refugio para huir de una potente luz exterior. Pero, a medida que pasaban los meses, los roedores con las dos mutaciones humanas asociadas al alzhéimer olvidaban la vía de escape, a menos que se hubieran estado alimentando con el pienso con anticoagulante. Cortés, ahora en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), cree que ha identificado “un posible tratamiento para la enfermedad”. Su trabajo se publica hoy en la revista del Colegio Estadounidense de Cardiología, dirigida por el español Valentín Fuster, coautor de la investigación.
«El estudio del nexo cerebro-corazón en las enfermedades neurodegenerativas es el reto de la próxima década», sostiene Valentín Fuster
“Se abre una puerta para atacar al alzhéimer de una manera diferente a la que hemos estado intentando hasta ahora”, opina Fuster, también director general del CNIC. La comunidad científica ha subrayado tradicionalmente el papel de dos proteínas en el alzhéimer: la beta amiloide,