Nos encontramos en un momento en el que la vacunación contra el SARS-CoV-2 avanza rápidamente y, sin embargo, el virus continúa presente y afectando severamente a la vida cotidiana de millones de personas en todo el mundo. Son muchas las incertidumbres respecto al futuro de la pandemia, pero en todas subyace la esperanza de, por fin, lograr pasar este capítulo oscuro de la historia de la humanidad.

Desde luego, la vacuna continúa siendo el arma más poderosa en la lucha contra el virus. La evidencia científica ha demostrado que pueden lograr grandes resultados y que pueden garantizar una seguridad ante las enfermedades infecciosas que no es posible de otro modo, pero la experiencia con otras enfermedades puede indicarnos que ello (y, de nuevo, sin menospreciar el vital papel que cumplen a la hora de salvar vidas y controlar la transmisión de la infección) no implica, necesariamente, la erradicación total.

De hecho, la historia nos dice que la erradicación de la enfermedad sólo es posible en algunos casos, así que es importante aprender del pasado para poder empezar a imaginar qué pasará en el futuro.

La OMS considera que erradicar una enfermedad significa reducir a cero la prevalencia de dicha enfermedad en la población mundial de huéspedes. Es decir, borrarla literalmente del mapa.

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