Desde que se descubrió en 1998, el virus Nipah ha aparecido casi cada año. Es más mortal que el ébola, no existe tratamiento ni vacuna contra él y es una de las infecciones que la Organización Mundial de la Salud (OMS) vigila con lupa ante una posible epidemia. El último brote se ha confirmado esta semana en India, con un joven de 23 años infectado y al menos otras cuatro personas bajo sospecha.

Fuera de los lugares donde es endémico, India y Sudeste Asiático, no es de momento un motivo de preocupación. En esta zona tampoco es alarmante, pero sí tiene en guardia a las autoridades sanitarias: el año pasado, 17 personas fallecieron por su culpa. El huésped natural del virus es un murciélago frutero de la familia Pteropodidae, pero puede llegar al ser humano a través de otros animales, como el cerdo, o incluso de alimentos. También se produce contagio entre personas.

Emmie de Wit, investigadora del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), aclara que, incluso viajando a zonas endémicas, las posibilidades de contagio son “extremadamente pequeñas”. “Como científicos, nos preocupamos porque el Nipah es uno de los virus más mortales. En promedio, el 70% de las personas que se infectan mueren [en el caso del ébola es aproximadamente el 50%]. Y porque puede pasar de una persona infectada a alguien que cuida de ella. En este momento, no se transmite muy bien entre seres humanos, pero si eso cambiara, la epidemia podría tener un efecto devastador en la vida de las personas, la salud pública y las economías globales”. La científica y su equipo están trabajando para comprender mejor por qué el virus es tan letal y para desarrollar vacunas y tratamientos antivirales que prevengan o curen la infección.

La OMS explica en su web informativa que el Nipah se asocia a un espectro de manifestaciones clínicas que van desde un proceso asintomático hasta un síndrome respiratorio agudo o una encefalitis mortal.

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