Un tranquilo sábado, 27 de Febrero de 2010, un terremoto seguido de un tsunami devastador arrasó una buena parte del sur de la casi interminable costa chilena. Más de dos millones de personas (el 10% de la población total) quedó directamente afectada por este suceso que apenas duró 4 minutos. Rápido y letal. ¿Cuáles son las consecuencias psicológicas de sucesos inesperados de esta naturaleza?

El caso de Chile puede ser ejemplar para obtener algunas respuestas científicas a esa pregunta. En un estudio, que publicamos en 2015, entrevistamos a centenares de personas afectadas por la tragedia varios meses más tarde. Nos encontramos con dos claras trayectorias en los supervivientes.

Por un lado, había personas con síntomas persistentes de estrés postraumático (pesadillas, imágenes y pensamientos intruso, o conductas evitativas). Pero también había otro grupo de individuos que sentían que, a pesar de las dificultades, el suceso les había permitido de algún modo crecer psicológicamente (sentirse más eficaces, más cercanos a los demás, o apreciar más la vida).

Lo más revelador fue identificar que ambas trayectorias estaban ligadas a dos tipos opuestos de mentalidades (mindsets): hacerse preguntas de reproche o de inculpación de difícil respuesta (por ejemplo «¿por qué me ha pasado esto?, «¿por qué hemos sido castigados así?») predecía una trayectoria mantenida de síntomas. Por el contrario, hacerse preguntas más constructivas («¿qué puedo hacer para reconstruir mi casa?», «¿cómo puedo ayudar a mis hijos en estas circunstancias»?) predecía menor malestar psicológico y una sensación de crecimiento personal.

No cabe duda de que las ayudas materiales y económicas, así como el acceso a recursos sanitarios y educativos, también resultan cruciales para reducir los efectos psicológicos negativos en la población. Pero esos efectos forman parte de un entramado complejo en el que intervienen planos muy diversos, incluyendo el de la mentalidad con que se afronta una gran crisis.

¿Es evitable el trauma psicológico?

Vivir experiencias traumáticas no es determinante del derrumbe psicológico.

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