Cuando los humanos vivíamos en un mundo salvaje y peligroso, la supervivencia dependía, en gran medida, de nuestra capacidad de cooperar. Justo por eso la necesidad de vincularnos con nuestros iguales tiene raíces profundas. Y también por eso las relaciones sociales son, para la mayoría de las personas, una parcela fundamental de la vida.

Entonces, ¿cómo es posible que algunas personas eviten deliberadamente el contacto con los demás si eso puede acabar perjudicándoles? ¿Por qué existe la ansiedad social? ¿Y tiene algo que ver con la timidez?

Arrojar luz sobre estos dos fenómenos, cada día más frecuentes, puede ser muy relevante.

La timidez no es un trastorno mental

La ansiedad social es un trastorno recogido en los manuales diagnósticos que usan los psicólogos y los psiquiatras, como el DSM-5. Quienes la sufren no solo sienten que su cuerpo “se acelera” en situaciones donde podrían ser juzgados, sino que también ocultan denodadamente este malestar por temor a hacer el ridículo.

El caso de la timidez es diferente: se trata de un rasgo bastante estable que impacta con mayor sutileza en la comunicación intra e interpersonal. No se puede considerar un problema de salud mental, aunque a veces también comprometa el modo en que se percibe la propia habilidad para iniciar o mantener relaciones.

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