Suele decirse que la primera víctima de una guerra es la verdad. En este caso, la estadística no es responsable sino víctima, pues la responsabilidad corresponde al uso que se hace de ella. No afirmaré que los datos que se han publicado sobre el Covid-19 sean falsos, pero sí que son engañosos. Para que los instrumentos de medir sean útiles, además de ser baratos, claros y comprensibles, deben cumplir dos cualidades imprescindibles: que sean válidos y fiables.

La validez se refiere a que el indicador debe medir lo que dice medir. Generalmente esto es difícil porque lo que se quiere medir son conceptos abstractos. Este problema existe en todas las ciencias, físicas, naturales y sociales. La validez no es un atributo objetivo, sino subjetivo, basado en el consenso de la comunidad científica. El segundo criterio se refiere a la fiabilidad, es decir, que sucesivas mediciones del mismo fenómeno nos proporcionen la misma medición.

Hemos aplicado estos dos criterios a los fenómenos cuyas mediciones se han publicado en los medios de comunicación:

-Número de contagiados por el virus.

-Número de ingresados en hospitales y centros de salud.

-Número de atendidos en unidades de cuidados intensivos (UCI).

-Número de muertos.

-Número de curados.

-Número de contagiados

Al no haber dispuesto de tests suficientes, no solo no se han aplicado estos tests a todos los posibles contagiados, sino que tampoco se han podido aplicar a los que accedían a los centros de salud, por carencia de pruebas. Muchos contagiados han pasado la enfermedad en sus casas.

Por otra parte, ha habido ingresados, incluso tratados en UCI y muertos, que no han sido contabilizados como contagiados porque algunos servicios solo los han tenido en cuenta si habían recibido el test y dado positivo. Cuando se han empezado a recibir los tests, a finales de marzo y principios de abril,

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