La inducción al parto es un procedimiento necesario en algunos casos en los que la gestación se prolonga más allá de la semana 41. Pero, también se suele inducir el parto cuando se rompen aguas y tras varias horas el proceso para el expulsivo no se inicia. En los casos en los que se detecta que el cordón umbilical está ahogando al bebé, también se pueden elegir una inducción al parto para evitar los riesgos que esto conlleva.

El problema llega cuando las probabilidades de que la inducción al parto acabe en cesárea es elevada, como explican en un estudio. Según explican, esto está relacionado con «un cuello uterino desfavorable al inicio del parto». Aunque, hay situaciones en las que «las mujeres con cérvix favorable no tienen mayor riesgo de cesárea», según apuntan.

¿Cómo se realiza una inducción al parto?

Desde la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) explican que hay dos formas de provocar una inducción al parto. Una es mediante la suministración de fármacos, como las prostaglandinas. Este método ayuda a que las contracciones empiecen. Es habitual emplearlo cuando una mujer rompe aguas, pero el trabajo de parto no se ha iniciado.

Otra forma de inducción al parto es por medios mecánicos, según indica la SEGO. Un tacto vaginal puede ayudar a despegar las membranas del útero para,

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