¿Comemos solo cuando tenemos hambre o también se ven implicados otro tipo de factores? Los expertos denominan hambre emocional a cuando determinadas emociones – las más frecuentes son la tristeza, la ansiedad y sobre todo el estrés – influyen en nuestra alimentación y se gestionan esas mismas sensaciones a través de la ingesta de alimentos.

¿Es posible controlar esta situación y no vernos abocados a asaltar la nevera cada vez que tenemos una preocupación o que alguna situación personal nos estresa? No es tarea sencilla pero es posible volver a tener una relación saludable con la comida: “Es fundamental que seamos capaces de dominar estos estímulos ya que, si no lo conseguimos, podemos caer en excesos o carencias con un impacto negativo en nuestra salud”, señala la psicóloga y responsable de Bienestar Emocional de Angulas Aguinaga, Marta Moreno.

La especialista recomienda, en primer lugar, aprender a diferenciar claramente entre hambre emocional y física o apetito: “Antes de asaltar la nevera debemos pararnos y pensar, ¿realmente tengo hambre?, ¿cuánto hace que comí? Esto nos ayudará a darnos cuenta si lo que nos pasa realmente es que queremos comer porque estamos nerviosos, enfadados o aburridos”.

Existen además técnicas que pueden ayudar a controlar esta alimentación emocional. Entre ellas, la psicóloga recomienda el mindfulness, ya que a través de esta herramienta podemos aumentar la capacidad de concentración y/o atención.

 » Leer más