En el comienzo de la cuarta ola de la pandemia y en plena escalada de las vacunaciones, un nuevo sobresalto ha venido a complicar la situación. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) estadounidenses han notificado 6 casos de trombosis, todos ellos mujeres, en 7 millones de personas vacunadas con la vacuna de Janssen en Estados Unidos.

Ese anuncio ha vuelto a retrasar la vacunación, esperemos que por pocos días. Al igual que ocurrió con la vacuna de AstraZeneca, los casos reportados son muy pocos en comparación con la cantidad de personas vacunadas; tan solo un 0,000066% en el caso de Vaxzevria (AstraZeneca) y, un 0,0008% en el caso de la vacuna de Janssen.

En cualquier prospecto de un fármaco encontraremos que cualquier efecto adverso por debajo de 1 por cada 10.000 tratamientos (0,01%) se considera muy raro. Con las vacunas hablaríamos de casos no raros sino rarísimos. Entonces, ¿es lógica tanta precaución?

¿Por qué los organismos reguladores están siendo tan cautos con tan pocos casos de trombosis y que también se da en infecciones víricas, incluida la propia Covid-19?

La trombocitopenia o trombosis con reducción de plaquetas se produce por causas desconocidas pero está asociada a múltiples enfermedades infecciosas de origen vírico y a fármacos.

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