Es muy frecuente, independientemente del tipo de genitales que se posean, que después del sexo o de la masturbación nos entren ganas de orinar. Como el cuerpo es sabio, lo mejor es hacer caso a esa sensación por mucha pereza que nos dé abandonar la calidez de la cama o de los brazos de nuestra pareja.
Lo cierto es que ese instinto tiene una función importante, ya que orinar tras el sexo (también si no nos entran las ganas inmediatamente) minimiza el riesgo de sufrir las molestas infecciones del tracto urinario.
Las infecciones del tracto urinario se producen cuando las bacterias entran en el tracto urinario a través de la uretra y viaja hasta la vejiga. Aunque son mucho más habituales en personas con vulva, porque su uretra es más corta, también pueden darse en las personas con pene.
En ambos casos, (pero de nuevo, en mayor medida en las personas con vulva) varias prácticas sexuales comunes (concretamente el cunnilingus y la penetración vaginal) aumentan el riesgo de sufrir estas infecciones, ya que el roce puede llevar bacterias desde la vagina hasta la uretra.
Teniendo esto en cuenta, se cree que orinar ayuda a eliminar estas bacterias del tracto urinario y la vejiga antes de que produzcan la infección. Por ello, y dado que desde luego no tiene ningún efecto negativo,