Si la historia de Miriam y Amélie te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo
En una realidad saturada de estímulos, comprender los gestos que resultan esenciales para los demás nos ayuda a compartir la infinidad de mundos que existen en un mismo mundo. Como sociedad, el reto ha sido -y sigue siendo- encontrar un camino común para comunicarnos que incluya a todos y todas, y no solo a la mayoría. Descifrar esa lista de símbolos que permiten entender, por ejemplo, que tu emoción y la mía, aUn expresadas de una forma radicalmente opuesta, pueden transmitir lo mismo.
Pero, ¿cómo aprendemos a descifrar una emoción por primera vez?
Cuando todavía era muy pequeño, al primo de Miriam Reyes ya le habían diagnosticado autismo. El día de su tercer cumpleaños, Miriam le preparó la canción de cumpleaños feliz con pictogramas, una especie de etiquetado que consiste en añadir una imagen a cada palabra. “Llegué a su casa y se lo enseñé. José me quitó el papel y se fue corriendo a su madre a enseñarle la canción. Era su forma de decirnos que así era como él aprendía”, nos cuenta, emocionada, Miriam.
Todas las maneras de ordenar el mundo
Dicen las estadísticas que uno de cada 150 niños tiene una forma de ordenar la realidad similar –nunca idéntica– a la de José. En todo el mundo, 64 millones de niños viven con autismo. En 2014, las protestas de familiares y asociaciones de afectados en España motivaron el cambio de la definición que la RAE mantenía del término “autismo”. Consideraban que la referencia a una supuesta “incapacidad congénita de establecer contacto verbal y afectivo con las personas” se alejaba completamente de la realidad.
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El resultado del trabajo en una de las Escuelas Visuales que Amélie y Miriam visitan. Somos 5
El año pasado estaban en un centro educativo y este año ya están en 10,