El nuevo año ha comenzado con cielos despejados y la amenaza de la contaminación en el horizonte. El Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, activó el protocolo por alta contaminación de dióxido de nitrógeno, que limita la velocidad de los coches y hace que muchas personas se acuerden de medios de transporte sostenibles como las bicicletas. Pero pedalear por la ciudad tiene un sucio inconveniente: los ciclistas se exponen a los gases y a las partículas contaminantes de manera más directa que los demás ciudadanos, y eso puede convertir una saludable costumbre en un riesgo para su salud.

La solución obvia al problema pasa por usar una mascarilla anticontaminación, pero la eficacia del complemento es menor de lo deseable. Lo ha constatado un grupo de científicos europeos que ha puesto a prueba distintas mascarillas en el tráfico de Barcelona, colocadas en maniquís que fueron expuestos a la contaminación de la ciudad. Según el estudio que recoge los resultados del experimento, que ha visto la luz en la revista Science of the Total Environment, la mejor de las mascarillas comerciales apenas llega a proteger frente al 50% de las partículas contaminantes.

Según el coautor del nuevo estudio e investigador del Instituto de Evaluación Ambiental e Investigación del Agua (IDAEA) del CSIC, Fluvio Amato, este bajo nivel de eficacia no basta para que un usuario se sienta protegido frente a la contaminación. “En primer lugar, no existe un umbral por debajo del cual la contaminación no es dañina; en segundo, la eficacia publicada de las mascarillas se debe considerar como valor máximo, puesto que se consigue en condiciones de adhesión [de la mascarilla a la cara] muy complicadas de reproducir en la vida real. Por último, la mascarilla solo reduce la exposición mientras se lleva puesta”, advierte el científico.

La solución a las carencias de este complemento pasa por desarrollar mascarillas más eficaces que las actuales. “Pero para aumentar la eficacia no es suficiente con buscar materiales más filtrantes y nuevos diseños, también hay que tener en cuenta el confort y la adhesión a la cara” (aviso: la barba impide una adhesión perfecta)”,

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