Históricamente el uso del romero ha ido más allá de lo culinario o lo ornamental, dos vertientes mayoritarias en nuestros días. Las crónicas hablan de la presencia de la planta en rituales funerarios y también aparece asociada a creencias místicas. En la actualidad, el romero ha dejado de ser una planta aromática más para ser estudiada por sus beneficios para la salud humana ante algunas de las patologías actualmente más prevalentes.
Perteneciente a la familia Lamiaceae, su nombre científico ha cambiado recientemente (2017) de Rosmarinus officinalis a Salvia rosmarinus. Se trata de un arbusto aromático y leñoso propio de la zona mediterránea, siendo España (en concreto en la zona de las Islas Canarias) uno de los países donde más se cultiva junto a Portugal o Bulgaria.
Como ocurre con otras plantas aromáticas tradicionalmente asociadas al uso culinario y que además crecen en suelos secos, soleados y sin suponer por tanto un tipo de cultivo especialmente sofisticado, el romero no había captado especialmente el interés de la comunidad científica. Y esto ha sucedido pese a contar con documentación que avala su uso medicinal y terapéutico desde el Antiguo Egipto, sin ir más lejos.
Sin embargo esto ha cambiado en los últimos años y son varios los artículos científicos que han descubierto las potencialidades de esta planta con respecto a algunas de las patologías más prevalentes en la actualidad en las sociedades occidentales.