La castaña es quizás el fruto seco que pasa más desapercibido. Está muy ligada a un momento estacional, no la tenemos disponible durante todo el año, como ocurre con las nueces o las almendras, importadas o autóctonas. Aunque sean solo los meses de otoño e invierno su momento estrella, es mejor no perder detalle de cómo al consumirlas reducimos riesgos ante enfermedades muy prevalentes en España.
El Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 daba a conocer recientemente el descenso de la tasa de obesidad infantil en España en niños de entre 6 y 9 años. En concreto, se ha reducido un 4,5 por ciento con respecto al primer estudio ministerial, realizado en 2011. Familias y comedores escolares han tomado nota de las advertencias de las autoridades sanitarias sobre una epidemia silenciosa que en la sociedad occidental pone a la población infantil en una diana peligrosa.
La noticia ministerial es buena, pero con matices: la tasa apenas ha descendido en los escolares más vulnerables, los que pertenecen a familias con ingresos brutos inferiores a 18.000 euros anuales. Según datos ministeriales, no es solo que las cifras no se hayan reducido sino que duplican a las de familias con más ingresos. Una dinámica que obviamente se repite en lo que respecta a la población adulta.