Los universitarios estadounidenses ganan casi 7 kilos durante su primer año de carrera, un fenómeno que se conoce como freshman 15 y que también se da en Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda. Ese curso lleno de novedades, en el que un excitante nuevo mundo se abre ante ellos, los jóvenes caen fácilmente en la tentación de sustituir los platos caseros por la comida basura y el agua por la cerveza. Pero, al margen de los cambios en su alimentación, hay una razón de peso que los científicos han señalado como motivo de que su figura juvenil acabe mostrando una incipiente prominencia sobre sus cinturones: la cultura de comer y beber a altas horas de la noche. No es un problema que te sea ajeno; esta idea, por raro que pueda parecer, nos concierne a todos. Y mucho.
La relación entre cuándo comemos y el perímetro abdominal ha hecho que los investigadores reflexionen sobre las repercusiones que tiene la hora de la cena en la salud. Y sus conclusiones no son especialmente halagüeñas para países como España, donde el momento de sentarse a la mesa se retrasa hasta límites que los estudios científicos desaconsejan por unanimidad. Probablemente no será la primera, ni la última, vez que te dicen que la mejor opción es hacer la última comida del día “pronto”, ni que pienses que esta referencia es demasiado relativa como para que te ayude en algo. Afortunadamente, los científicos ya conocen los detalles del mejor horario, lo malo es que la hora que proponen está muy lejos de la que los españoles damos por normal. Cumplir su consejo supone todo un reto cultural.
Adelgazar contando las horas, y no las calorías
“La alimentación, junto con la luz y el ejercicio, es fundamental para sincronizar nuestro reloj interno, el que marca nuestro sueño, la temperatura corporal, el metabolismo y la producción de hormonas. Por ello, aunque el tipo de alimentos y su cantidad obviamente importan, también es relevante el momento de comerlos porque ese reloj condiciona el efecto que tienen en el organismo”,