Era 2003 y Tailandia estaba atravesando una terrible epidemia de VIH. Nicholas Thomson trabajaba por entonces sobre el terreno con organizaciones que estaban haciendo un minucioso trabajo focalizado en, probablemente, el colectivo más vulnerable a la enfermedad: los toxicómanos. Durante su labor allí vio cómo la policía, que podría haber sido un perfecto aliado para llegar a estas poblaciones y prevenir los contagios, se convirtió en uno de los mayores obstáculos para que su programa fuera un éxito. La persecución a los drogadictos y a los lugares donde podían inyectarse de forma segura, en su opinión, costó probablemente la vida a muchos de ellos.

Desde entonces, este investigador de la Escuela de Salud Global de la Universidad de Melbourne estuvo dándole vueltas a la necesidad de conseguir que las fuerzas de seguridad se convirtieran en actores que ayudasen a mejorar los problemas de salud que afectan a millones de personas en todo el mundo. De esas primeras reflexiones y de una investigación posterior sobre toda la (escasa) literatura publicada al respecto, acaba de publicar —junto a otros investigadores— en la revista The Lancet una serie especial que versa sobre seguridad y salud. El artículo es, entre otras cosas, un llamamiento a los organismos internacionales y a las autoridades nacionales para que trabajen en lo que los autores piensan que puede generar valiosos avances tanto en tiempos de paz, de conflictos o en catástrofes naturales.

“En demasiados lugares, las fuerzas de seguridad y el sector de la salud colisionan, con consecuencias fatales para las poblaciones atrapadas en el medio”, explica Thomson, quien resalta que también hay “historias de éxito”. Un ejemplo claro y reciente es el del zika en Brasil. El Gobierno desplegó 220.000 soldados en los lugares donde se concentraban los focos de proliferación del mosquito transmisor de la enfermedad, tanto para actuar en zonas de aguas estancadas, visitando casa por casa y destruyendo los criaderos, como para repartir información y folletos entre la población.

Con 68 millones de refugiados en todo el mundo,

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