La adolescencia, con todos los cambios fisiológicos que trae aparejados, puede ser una etapa llena de inseguridades sobre el propio aspecto. Por supuesto, esto es normal; sin embargo, hay muchos jóvenes a los que esta preocupación se les torne en malestar.

Estos adolescentes han encontrado un aliado inesperado en los últimos dos años: la mascarilla, que tan útil ha sido para controlar la expansión del coronavirus, constituye también para las personas con inseguridades una barrera que oculta el rostro.

Pero la progresiva normalización de la situación epidémica ha traído una importante relajación de las restricciones, incluyendo los supuestos en los que la mascarilla es obligatoria. Ahora, ya no es necesario llevarla siquiera en interiores.

«Son dificultades psicológicas que generan malestar»

Hay un caso particular por el que las personas, y especialmente los adolescentes pueden querer aferrarse a la mascarilla: el trastorno dismórfico corporal.

Tal y como explica a 20Minutos Iván Chamizo, psicólogo clínico del Centro de Psicología Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) los límites de este problema son complejos: «Históricamente», señala, «los manuales diagnósticos han definido el trastorno dismórfico corporal como la preocupación sobre imperfecciones percibidas en el aspecto físico que no se observan de forma objetiva por el entorno».

«Esta definición», prosigue, «no explica porqué aparecen estas dificultades ni mucho menos por qué se mantienen,

 » Leer más