Cada vez más, la ciencia está demostrando que existe una relación muy estrecha entre el estado psicológico y el fisiológico. Así, no resulta sorprendente que los malestares de cualquiera de estas dos naturalezas provoquen también síntomas de la otra.

De la misma manera, existen técnicas que operan sobre cualquiera de estos dos aspectos que pueden emplearse para aliviar problemas del otro. Uno de los ejemplos más claro son las diversas formas de control de respiración que tienen un gran efecto sobre las manifestaciones de carácter psicológico.

¿En qué consiste?

En este principio se basa la técnica de la respiración alterna propuesta por la terapeuta ocupacional y especialista en estimulación cognitiva Catalina Hoffmann, cuyo objetivo es reducir los estados de angustia y ansiedad.

Según explica en el libro Neurofitness, existe una estructura cerebral, la amígdala, que actúa como «motor de nuestras emociones». Normalmente, se encargaría de asociar a la información percibida por los sentidos un componente emocional; sin embargo, en ciertos casos puede «conectarse de forma directa» con la corteza cerebral. Esto es lo que se conoce como «secuestro amigdalino», ya que de esta manera la amígdala impide que la información transite por su circuito habitual.

Así, argumenta, esta estrategia de la respiración alterna logra «que la amígdala baje su actividad al lograr equilibrar los hemisferios cerebrales».

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