Las relaciones sociales son una parte inherente a la vida de las personas y, como tales, tienen un impacto directo en el bienestar psicosocial e, incluso, en la calidad de vida. Hablamos de relaciones afectivas con la pareja y la familia, de los amigos y, también, de esas personas con las que pasamos una parte importante de nuestra jornada: los compañeros de trabajo (y los jefes). Pero, ¿qué pasa si esas relaciones no son buenas? Malestar, dificultades para realizar las tareas, mal ambiente laboral… En fin, un ambiente tóxico.

Los compañeros de trabajo no necesariamente son nuestros amigos (al menos, no tienen porqué serlo); y, por tanto, puede que algunos nos caigan bien, otros regular y con otros lleguemos al punto de ‘no poder trabajar’ o perder los nervios con su sola presencia. Y puede que sea un tema entre dos personas o que esa influencia dañina afecte a todo el entorno, al equipo y hasta la oficina entera. En tal caso, estaríamos ante lo que llamamos personas tóxicas.

La importancia de la personalidad

La personalidad de cada uno tiene mucho que decir en este contexto. Por ejemplo, hay personas con más tendencia al estrés o más susceptibles que pueden generar malestar en distintos entornos. Por el contrario, quien dispensa un trato amable, está predispuesto a ayudar y a escuchar las necesidades (laborales pero también,

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