La dieta mediterránea, originaria de países como España, Italia y Grecia, ha ganado reconocimiento mundial gracias a sus múltiples beneficios para la salud, respaldados por numerosas investigaciones científicas, incluyendo estudios de la prestigiosa Universidad de Harvard. Este enfoque dietético no solo cautiva por su sabor y variedad, sino también por su capacidad para promover la salud cardiovascular y reducir significativamente el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas.

Grasa buena vs. grasa mala

La dieta mediterránea pone un énfasis particular en la calidad de las grasas consumidas. Según la Universidad de Harvard (EEUU), “así como hay ‘carbohidratos buenos’ y ‘carbohidratos malos’, hay grasas buenas y grasas malas”. Las grasas saturadas, las grasas trans y el colesterol son las consideradas malas, ya que están asociadas con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas. En contraste, las grasas buenas incluyen las grasas monoinsaturadas, presentes en el aceite de oliva, y las poliinsaturadas, encontradas en alimentos como el pescado y las nueces.

Componentes clave de la dieta mediterránea

En su libro Eat, Drink, & Weigh Less, Mollie Katzen y el profesor de Harvard Walter Willett destacan que la dieta mediterránea tiene una cantidad moderada de grasa, pero una gran parte proviene de grasas monoinsaturadas saludables y grasas omega-3 insaturadas. Además, esta dieta es rica en carbohidratos, pero la mayoría provienen de alimentos ricos en fibra y sin refinar,

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