Las arritmias cardíacas sostenidas son un tipo de trastorno del ritmo cardíaco que en determinados casos puede llegar a ser letal. Entre ellas, la fibrilación auricular es la más frecuente en la población en general.

Aproximadamente se estima que afecta a una de cada veinte personas mayores de 40 años, según los datos que recoge la Revista Española de Cardiología, si bien su incidencia han ido aumentando con el tiempo por varias razones.

La fibrilación auricular consiste en un ritmo cardíaco irregular y acelerado, que puede provocar la formación de trombos (coágulos) en el corazón. Estos trombos son una de las principales causas de su peligrosidad; al viajar por el sistema circulatorio, pueden obstruir vasos sanguíneos desencadenando accidentes cardio- y cerebrovasculares. Concretamente, las personas con esta condición tienen unas posibilidades seis veces mayores de sufrir un ictus.

Los síntomas, que consisten en falta de aire y debilidad, se pueden experimentar en episodios separados y autolimitados o de forma continuada, según se produzca la arritmia (esta última es la que supone un mayor peligro). Estos signos comprenden sensación de latidos rápidos o palpitaciones, dolor en el pecho, mareos, fatiga, aturdimiento, intolerancia al ejercicio, falta de aire y debilidad.

Su génesis está en un problema en un grupo de células llamado ‘nódulo sinusal’, presente en el corazón,

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