La azitromicina es uno de los antibióticos de amplio espectro (esto es, que sirven para tratar las infecciones causadas por un gran número de cepas bacterianas) más habituales en la práctica clínica.

Con todo, y aunque como cualquier medicamento aprobado se considera que su uso es seguro en las condiciones para las que está indicado, es importante ser prudentes con su consumo y, en el caso de los profesionales, con su prescripción. Por una parte, porque su generalización puede estimular la aparición de cepas resistentes al mismo y, por otra, porque como todo fármaco puede causar una serie de efectos secundarios adversos.

Reacciones adversas

Estas reacciones que pueden aparecer se clasifican en función de la frecuencia con la que se han registrado en los ensayos clínicos realizados para la aprobación del fármaco y en estudios posteriores a la comercialización.

De esta forma, y según recoge el prospecto de un genérico publicado por la Asociación Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) se sabe que la azitromicina produce muy frecuentemente (a más de una de cada diez personas) diarrea.

Algo más raramente (hasta a una de cada diez personas) puede provocar:

  • Dolor de cabeza.
  • ​Vómitos.
  • ​Dolor abdominal.
  • ​Náuseas.
  • ​Alteración del número de algunos tipos de glóbulos blancos y del bicarbonato en sangre.

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