Deleitarse con un plato de marisco está ligado en España a un ritual que no entiende de protocolos ni etiquetas: chupar cabezas y patas del crustáceo o molusco en cuestión, y de paso saborear los dedos. Un placer con al menos una fecha fija en el calendario, la Navidad, momento en el que, por otro lado, la compra de este alimento se vuelve un tanto complicada. Además de la frescura y el precio, es importante que se identifique la presencia o no de sulfitos para que nada nos arruine el manjar.
Este es un tema que se ha tratado en varias ocasiones, como en el programa Equipo de Investigación de La Sexta, donde ponían de manifiesto que la identificación correcta de los sulfitos sigue siendo una asignatura pendiente para una parte de comerciantes. En concreto, de cuatro langostinos de diferente procedencia analizados en un laboratorio, uno de ellos, el procedente de Ecuador, sobrepasaba el límite permitido.
En el caso del langostino, la cantidad de sulfito tiene que ser inferior a 150 miligramos por kilo. En el análisis realizado por el programa esto se cumple en tres de los cuatro casos e incluso en uno de ellos, procedente de Vietnam, no hay ni rastro de estas sales derivadas del azufre.