Desde una perspectiva educativa, el riesgo se entiende como sinónimo de exploración. Los humanos, durante toda nuestra vida, debemos adaptarnos al mundo físico y social que nos rodea. La exploración mediante los sentidos (vista, oído, tacto, olfato y gusto) brinda a los niños y las niñas la posibilidad de conocer las propiedades y la funcionalidad de los objetos, así como construir un sentido del mundo y entender qué implica formar parte de él.
Durante el desarrollo, los niños atienden, perciben y retienen información del entorno a través de la continua exploración. Aprenden a usar sus sentidos y desarrollan y fortalecen sus habilidades motoras, perceptivas y sensoriales como resultado de la interacción con el medio. La inteligencia se desarrolla a partir de las acciones cotidianas realizadas en el entorno en el que viven.
Al observar, explorar el mundo y recopilar información, los menores desarrollan conceptos básicos como el peso, la velocidad y el tiempo, entre otros. Estos procesos resultan fundamentales para el desarrollo del razonamiento, la lógica, la imaginación, la creatividad y la confianza.
El juego con objetos del entorno
Los niños aprenden a través de la exploración y el descubrimiento y cuando interactúan con otras personas. Alentar a los niños a hacer preguntas, cometer errores y practicar es crucial para su educación.
Los niños necesitan años de juego con juguetes y objetos reales para comprender el simbolismo entre el mundo real y el abstracto.