Sales de casa hacia el trabajo, con la cabeza sumida en tus pensamientos. Al cabo de unos metros, camino del transporte público, te asalta de imprevisto y con fuerza una duda: ¿Me he dejado la puerta abierta?

Por supuesto, no eres el único; se trata de una experiencia bastante universal. Y tiene sus razones psicológicas detrás.

Ahorro de espacio en nuestra memoria

En la mayoría de casos, no hay nada de qué preocuparse. Si lo pensamos, hay muchos pequeños hábitos cotidianos (como cerrar la puerta con llave) cuya omisión potencialmente podría acarrear consecuencias importantes, pero que a base de realizarlos habitualmente están automatizados.

Al tratarse de un gesto tan común y anodino, nuestra memoria a medio y largo plazo no registra cada vez que lo hacemos; en cierto sentido, guardar el recuerdo individual de cada vez que realizamos cada uno de estos gestos ocuparía un espacio muy valioso en nuestro cerebro.

Por tanto, en principio no debería ser motivo de preocupación. Incluso si a veces sentimos la necesidad de realmente dar la vuelta y comprobarlo, lo que evidencia es que, probablemente, estamos acostumbrados a hacerlo. Pero en ciertos casos, esta urgencia sí podría ser evidencia de una condición más compleja.

¿Síntoma de trastorno obsesivo-compulsivo?

A la mayoría de las personas,

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