Este es el panorama que encontraron los servicios de emergencia que llegaron a una aldea en el este de la República Democrática del Congo, donde tiene su epicentro un brote de ébola que ha matado ya a 2.122 personas según el último recuento de la OMS. A partir de aquí, comienza una investigación casi imposible para localizar a todas las personas que pudieron estar en contacto con el fallecido y sus objetos. David Gressly es el coordinador de la ONU para la respuesta al ébola en la región y cuenta que esta es una de las imposibles y detectivescas situaciones en las que se ven envueltas los equipos que trabajan sobre el terreno. “Además de ser curandero había sido uno de los jefes de la milicia Mai mai (que agrupa a tribus del este del país), por lo que no fue un entierro cualquiera. Justo después, el Ejército llegó a la zona y los que habían asistido se dispersaron por numerosas áreas, lo que hizo que la búsqueda se complicara”, explica Greesly. El chamán falleció precisamente al contraer el virus por tratar de curar con sus artes sanadoras a varios enfermos.
“Hay que tener muy en cuenta el escenario en el que se ha producido este brote: una zona muy urbana, con amplias concentraciones de personas en grandes núcleos que viajan mucho de un sitio a otro y que además lleva en conflicto varios años, por lo que sus infraestructuras sanitarias están colapsadas”, detalla Gressly en un encuento organizado por la UN Foundation. En lugar de un sistema regular de salud, han surgido numerosas clínicas dependientes en la mayoría de los casos de grupos armados. “No son lo que se entiende estrictamente por clínicas, son habitáculos más o menos acondicionados en los que alguien sin preparación, normalmente un curandero tradicional, presta sus servicios”, detalla. En una de estas clínicas es en la que se infectó y murió el chamán del brazalete potencialmente peligroso.
Los constantes conflictos involucran a diferentes etnias, milicias y el propio Gobierno. “Esto provoca muchas interrupciones en la respuesta al virus,