Existen muchas maneras diferentes de entrenar, las hay más intensas o menos, que implican el sistema cardiovascular, el entrenamiento de fuerza, el aeróbico… Sea cual sea nuestro entrenamiento, lo cierto es que se produce una gran demanda por parte del músculo, que precisa energía con la que trabajar y conseguir la máxima eficiencia.

Así pues, por el mero hecho de practicar algún tipo de deporte ya estaremos enfrentándonos a la pérdida de líquidos a través del sudor (incluso aunque creamos que no hemos eliminado mucho), y a una necesidad de reponer el desgaste a través de una alimentación post-entreno adecuada. De todas las medidas a considerar, hay una en concreto que va a resultar imprescindible.

¿Qué le sucede al cuerpo tras el entrenamiento?

Al finalizar cualquier actividad física, los músculos quedan agotados y, en cierta forma, también dañados. Para reparar los tejidos que han sido agredidos con la intensidad del ejercicio, la alimentación que tomamos al terminar es clave.

Alimentos proteicos como los huevos, la leche, el pescado o el pollo van a servir de apoyo, contribuyendo a acelerar esa reposición de sustancias imprescindibles perdidas. También los carbohidratos juegan un papel importante después de haber sometido al cuerpo a un sobreesfuerzo, puesto que son los que una vez ingeridos se transforman en glucosa para alimentar el músculo y darle energía.

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