Entrenar los músculos es pura aritmética de fuerzas opuestas. Si el ejercicio es dinámico, una fuerza ganará a su contraria: la mancuerna se eleva porque ejerces una fuerza mayor que su peso, corres porque tu fuerza es mayor que la que te retiene contra el suelo, saltas porque despliegas una fuerza mayor que la de la gravedad y caes tras un salto con pértiga porque la gravedad acaba ganando la partida. Pero existe también la posibilidad de que ambas fuerzas sean idénticas y contrarias. Empuja una pared o mantén un libro con el brazo flexionado en un ángulo de 90 grados. ¿A que cansa? Es porque estás haciendo un ejercicio que se conoce como isométrico, no estás moviendo nada, pero los músculos están en tensión. «Es un tipo de entrenamiento en el que un estímulo activa las placas motoras (fibras nerviosas asociadas al tejido muscular) y hay una contracción muscular, pero las articulaciones no se mueven», explica Antonio López, entrenador personal y director de Saludando.

Buenos ejemplos de ejercicio isométricos son la plancha abdominal y la sentadilla estática, en los que la fuerza para mantenernos a ras de suelo se equilibra con la de la gravedad. La suma de ambas fuerzas es cero y no hay desplazamiento posible, pero sí un amplio despliegue de energía. «Según la intensidad de la fuerza contraria, el requerimiento de fuerza muscular puede ser muy alto para mantener los segmentos (las distintas partes del cuerpo) en una posición estática». Para ejecutar bien el primer ejercicio hay que, «mantener las curvas anatómicas de la espalda y la tensión abdominal y lumbar, pero también respetando la tensión en la zona de las escápulas y los hombros, hay que lograr despegar el pecho del cuerpo sin ‘alar’ las escápulas (que se suban hacia arriba) .»En el caso de las sentadillas, se trata de apoyar la espalda en la pared y sentarse en el aire, como si hubiera una silla imaginaria. Para aumentar la tensión puede hacerse de puntillas, o uno puede apoyarse solo en una pierna. El objetivo es trabajar los glúteos y cuádriceps.

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