En el caso de España, según el informe elaborado por la consultora McKinsey&Co. sobre las expectativas de consumo tras la pandemia, en el futuro cercano y en comparación con sus compras habituales, los consumidores esperan disminuir sus gastos en la mayoría de las categorías principales.

En general, a menor renta futura esperada, menos consumo. Esto, en algunos casos, es consecuencia de la imposibilidad de acceder a algunos bienes o servicios (hoteles, vuelos de avión, restaurantes, etc.) y, en otros, por el menor uso o necesidad (joyería, productos de cuidado personal de alta gama, calzado, etc.).

De todas las categorías estudiadas, solo tres escapan a la reducción de gasto futuro: alimentación y comida a domicilio, artículos de uso doméstico y entretenimiento.

Y dentro de los productos de mayor venta se encuentran los básicos (leche, carne, pasta…), los productos de higiene y desinfección (geles, jabón de manos, lejía…) y los equipos de protección individual (guantes, mascarillas…).

Según la pirámide de Maslow, estas tres categorías intentan cubrir las necesidades fisiológicas y de seguridad, es decir, las bases de la pirámide. Lo que significa que, ante cualquier incertidumbre, intentamos satisfacer de forma prioritaria esas necesidades más básicas. Actuamos de forma racional.

El consumo irracional e innecesario en tiempo de crisis

En cambio, existen otros productos que, en esta situación de pandemia, han tenido un consumo masivo y desproporcionado sin atender a ninguna lógica. Con ellos, actuamos de forma irracional.

Ejemplos llamativos son el del papel higiénico en casi todos los países del planeta, o las armas en EE UU. Pero, aparte de que esos productos no sirvan para proteger del virus, ¿qué efecto tienen estos picos de consumo no justificados en las cadenas de suministro?

El efecto látigo se produce cuando cambios inesperados y puntuales en la demanda producen una onda expansiva aguas arriba en toda la cadena de suministro.

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