El limón es el fruto del limonero, un curioso árbol frutal de hoja perenne y espinoso. Se sabe de su cultivo desde hace más de 2.500 años en China e India. Los árabes lo introdujeron en el Mediterráneo hacia el siglo X y los conquistadores españoles se encargaron de llevarlo a América a partir del siglo XVI. Hoy se cultiva en todo el mundo, siempre que haya un clima templado.

Este cítrico es sencillo y directo hasta para su clasificación. Por su tamaño puede ser pequeño, mediano o grande; por su color, verde o amarillo. Puede tener algunas manchitas marrones en la piel, que no afectan al sabor ni a la cantidad de zumo. En España, el más comercializado es el amarillo y grande, de cáscara gruesa y algo rugosa. La pulpa tiene escasas semillas y la cáscara es muy aromática, que lo mismo le sube el sabor a un arroz con leche que potencia los toques cítricos de un gintonic.

Aunque se encuentran a lo largo de todo el año, su temporada real va desde principios de otoño hasta finales de junio. A la hora de comprar, fíjese en la piel. Debe estar lustrosa, potente. Se recomienda rechazarlo si está reseca, ya que tendrá poco jugo y la textura será estropajosa. También si está blanda al tacto, señal de que anda algo mohoso.

Fáciles de olvidar en la nevera

Rara es la cocina donde no hay limones, y eso que no es una fruta que se coma como las demás. Se compra para aliñar, para zumo o para hacer repostería y, si no se usa, es fácil que se queden olvidados. Tienen de su parte que aguantan mucho, incluso abandonados en el frutero. En el refrigerador pueden durar con facilidad entre dos y tres semanas. Si se introduce en una bolsa zip o en un recipiente con poco aire tardarán más en deshidratarse, prolongando su tiempo de vida a un plazo superior al mes más allá del limonero.

Si ya está cortado, pero solo usa una mitad, 

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